No cesamos de combatir...

No cesamos de combatir contra las ilusiones con otras nuevas ilusiones.

En el Shodoka está escrito: "No existe ni falta ni felicidad, ni perdida in ganancia. En la paz de este término absoluto no tenemos que buscar nada". Lo que expresa el maestro Yoka es que para ser uno mismo no hay nada que realizar. La cultura, la sociedad, las instituciones nos piden que nos convirtamos en algo diferente a lo que somos realmente. Nuestras etiquetas nos encierran en una historia personal y crean lo que llamamos nuestro ego. Todos aquellos que practican zazen perciben perfectamente esta ilusión. 
Y deseamos cambiar y convertirnos en otra cosa. Pero esto también es una ilusión. El deseo de cambiar en nosotros es también una aportación cultural, una construcción del ego. ¿Que tendríamos que cambiar realmente? ¿Por qué cambiar?
Kodo Sawaki decía: "¡Estáis bien tal y como sois!" Durante nuestra vida no cesamos de combatir contra las ilusiones con otras ilusiones. Cada vez que suprimimos una, aparece otra. Sólo la muerte es el fin de las ilusiones, el fin de los pensamientos. Si perdemos el deseo de cambiar nosotros mismos y de cambiar a los demás, o de ser diferentes de lo que somos en realidad, con nuestro sufrimiento, nuestra obscuridad, nuestra luz, nos convertimos en personas corrientes, naturales. El Shodoka comienza así: "Querido amigo, ¿no ves a este hombre del satori que ha cesado de estudiar y que permanece inactivo? No intenta ni alejar las ilusiones ni encontrar la verdad".
En nuestra vida invertimos una enorme cantidad de energía al servicio de esta voluntad para conseguir transformarnos o cambiar el mundo. El hombre ha llegado incluso a matar por unas ideas. Pero cuando esta energía malgastada vuelve a estar disponible por el abandono de toda búsqueda, vivir en este mundo se convierte en algo muy sencillo. Este abandono se lleva a cabo en la postura, inmóvil y silenciosa, activa, de pensamiento a no-pensamiento, de la oscuridad a la luz, de kontin a sanran y más allá de todo esto. Este abandono se lleva a cabo en nuestro féretro. El cuerpo funciona en el instante. Se crea en el instante. Es una realidad inevitable, pero también es una verdad inalcanzable. Cada célula se concentra en su propia vida. Cada célula depende de la que está al lado. Así podemos comprender de verdad que todos los seres son como nosotros.
La vida se encuentra en nuestro cuerpo, la vida sin meta. La vida sin meta incluye todos nuestros proyectos, todas nuestra ilusiones, todos nuestros satoris, todos nuestros éxitos, todos nuestros fracasos. No vale la pena elegir. No hay nada que hacer para ser uno mismo, pero esto exige una gran humildad: en el sentido etimológico, humus en latín = la tierra. Ser uno mismo es el fruto de la auténtica práctica, de la sabiduría hannya. Esta sabiduría todos la poseemos en nuestro cuerpo. Basta con escuchar, con observar. Nadie puede dárnosla y nadie puede quitárnosla, cualquiera que sean las circunstancias de nuestra vida. El que la deja expresar libremente se convierte en ese hombre del satori, corriente. No podemos encontrar ni solución ni respuesta en los demás. Tiene que tratarse de nuestra respuesta, de nuestra práctica. La respuesta ya está ahí. Para expresarse sólo espera que abandonemos la pregunta.
Este es el sentido profundo de nuestra responsabilidad para imbricarse en el universo increíble y extraordinario que atravesamos, pues nuestra existencia incluye todas las existencias. Por eso Sensei repetía sin cesar: "naturalmente, inconscientemente, automáticamente"

Guy Mokuho Mercier.

Tomado de ZEN , Revista de las Asociaciones Zen de España, nº13, 1998

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