El Óctuple Sendero (8/9)

El Óctuple Sendero.

La atención justa.

Para el Buda la atención justa era la fuente del despertar. En otro sutra que viene poco después del sermón de Benarés y que se llama sutra de Satipatthana, sobre la práctica de la atención, habla de los cuatro tipos de atención justa y al final del sutra dice: "Si lo practicáis durante diez años, haréis realidad la Vía" y después: "Si lo practicáis durante un año, haréis realidad la Vía" es decir haréis realidad el despertar, y decía que él había hecho realidad el despertar practicando esta atención justa. Con respecto a todas las prácticas del Óctuple Sendero podemos decir que cada una de ellas incluye todas las demás. Vais a verlo con la atención justa pues la atención justa es, en primer lugar, estar atento al propio cuerpo y a la respiración. Lo que incluye, para nosotros, la forma de practicar zazen. Pero no es solo durante zazen. Es ser absolutamente consciente y estar centrado en el propio cuerpo, en sus diferentes posturas, de pie, andando, sentado, tumbado, trabajando o descansando, y estar presente en cada instante, no estar ni distraído ni en la luna, sino cuerpo y mente en  unidad
con lo que hacemos.
El Buda no deja de dar ejemplos de que cuando un monje practica la atención justa, cuando anda, sabe que anda, cuando come, sabe que come. De hecho es perfectamente consciente, está atento, presente en lo que hace, como si fuera la cosa más importante en ese momento. El Maestro Deshimaru insistía mucho sobre este punto. Decía que el Buda había despertado haciendo realidad la atención a la respiración. Es cierto que el Buda durante toda su vida otorgó una gran atención a la práctica de anapanasati, es decir una total atención al aliento, a la respiración, que puede practicarse fundamentalmente en zazen, pero también en todos los momentos de la vida cotidiana. A cada instante podemos volver a una conciencia de nuestra respiración y esto es fuente de despertar, de calma, de concentración fundamental, de apaciguamiento de las emociones. Así que estar atento a la propia respiración en un primer tiempo es observar como respiramos. ¿Mi respiración es larga o corta, profunda o superficial? ¿Desde dónde respiro, con la parte alta de los pulmones, con el vientre? ¿Respiro con todo el cuerpo o sólo con una parte pequeña del cuerpo? ¿Espiro a fondo o no? Esto es intentar estar atento a lo que sucede, no solo durante zazen, sino también en todos los momentos de la vida cotidiana; observar lo que sucede cuando estamos confrontados a una emoción, a una situación difícil, etc. ¿Que le ocurre en ese momento a nuestra respiración?, Y si volvemos a nuestra respiración, nos damos cuenta de que conseguimos con más rapidez recuperar un estado de calma, de serenidad que nos permite afrontar las situaciones de forma más apropiada. La atención a la respiración no está separada de la acción justa. No habrá acción justa si no estamos centrados en nuestra respiración porque, en ese momento, si estamos en un estado de agitación, actuaremos bajo el efecto del impulso, de la emoción, de forma mal controlada con gestos y palabras desordenadas. Mientras que si estamos atentos a nuestra respiración, concentrados en nuestra respiración, bien centrados en hara, la respuesta tiene muchas más posibilidades de ser apropiada, de ser justa. Todo esto es el primer aspecto de la atención justa.
La atención justa se dirige después a las sensaciones que pueden ser agradables, desagradables o neutras. Es ser consciente de lo que sucede en nosotros ahora. Si es agradable no apegarse a lo agradable, si es desagradable, no rechazar necesariamente lo desagradable, sino ser capaz de reconocer la sensación y atravesarla, ir más allá. Es no correr constantemente tras lo agradable ni huir de lo desagradable, sino ser capaz, como decía Tozan, de tener totalmente calor cuando hace calor y tener totalmente frío cuando hace frío. Es decir, en lugar de reaccionar rechazando todo lo que ocurre, ser uno con lo que sucede, vivir la aceptación de lo que hay: si hace calor, hace calor, si hace frío, hace frío, y no estar de mal humor, por ejemplo, si no hace buen tiempo. Es reconocer lo que provoca en nosotros, que está lo agradable y lo desagradable, por lo tanto, no ser insensible. No obstante es no dramatizar por lo que sucede y, al mismo tiempo, tenerlo en cuente. La practica de la Vía del Buda no es un ideal estoico y podemos apoyarnos también en nuestras sensaciones para darnos cuenta de que si notamos algo desagradable es que quizás exista algo realmente tóxico en la situación y que más vale cambiar lo que está pasando. No es solo cambiarse a sí mismo.
Toda la práctica del Óctuple Sendero tiene esencialmente su eje en el hecho de cambiarse a uno mismo. La Vía espiritual no es hacer la revolución y cambiar el mundo. El mundo es tal cual es, el mundo de la naturaleza va más allá de nosotros, nosotros no podemos dominarlo del todo. Sin embargo, el mundo humano, que es en el que nosotros vivimos, está esencialmente condicionado por las actitudes de cada uno, así que podemos hacer muchas cosas pero sólo si empezamos por nosotros mismos, puesto que somos uno de los elementos de la situación.
Así que, en virtud de la interdependencia, tenemos una responsabilidad compartida en todas las situaciones en las que tomamos parte. Por consiguiente, ser uno mismo concentrado y atento será un elemento de cambio de la situación exterior. No se trata de permanecer en una actitud puramente estoica del tipo "yo cambio y no me ocupo del mundo" sino saber que uno mismo y el mundo son completamente interdependientes y que si avanzamos, aunque sea poco, por la Vía, hacemos que avance el mundo en el que vivimos.
Así que la atención a las sensaciones no consiste sólo en atravesarlas, sino también en preguntarse qué nos dicen, sino también en preguntarse qué nos dicen esas sensaciones de la situación. Son también un signo (como las emociones) que pueden guiarnos hacia el hecho de que hay algo que hacer. Por ejemplo, la compasión siempre se desencadena por una emoción de simpatía hacia el otro. Pero esta compasión es mucho más activa y no está limitada a una emoción que podría provocar piedad. En la compasión está la acción, está la búsqueda de un medio útil para resolver el sufrimiento.
El tercer aspecto de la práctica de la atención justa es la comprensión de nuestros diferentes estados de ánimo. Es especialmente la comprensión de "¿ahora estoy concentrado o disperso, agitado o tranquilo?" Ser capaz de ser consciente rápidamente de la emoción en la que nos encontramos para preguntarnos de qué son signo nuestras emociones igual que nuestras sensaciones. A veces la cólera puede quedar justificada porque hay algo injusto. Pero ser consciente de las propias emociones es, sobre todo, evitar reaccionar impulsivamente, pues ello provoca por lo general muy malos resultados y es incluso peligroso. La práctica de zazen nos enseña que, cualquiera que sea la emoción, la sensación o el pensamiento que nos anima, cuando hacemos zazen, permanecemos inmóviles, lo que nos da la capacidad de toma de conciencia y, al mismo tiempo, de poder diferir la reacción y, por consiguiente, poder actuar no por ´reacción´ sino con un compromiso real . A partir de una emoción que nos ha hecho sentir algo, podremos examinar si queremos de verdad comprometernos en una acción o dejar que pase. Si nos comprometemos en una acción, entonces debemos hacerla con un espíritu justo.
Por último, el cuarto aspecto de la práctica de la atención es lo que llamamos la atención a los objetos mentales, es decir, resumiendo, a todos los pensamientos. Es un campo extremadamente vasto. Buda incluía en ello incluso todos los pensamientos que conciernen al Dharma, es decir que incluía en la atención a los objetos mentales la atención a las Cuatro Nobles Verdades, lo que quiere decir que un monje debe estar constantemente atento y recordar las Cuatro Nobles Verdades. En este ejemplo vemos que la práctica de la atención, que es uno de los aspectos del Óctuple Sendero, incluye en sí misma la totalidad de la Vía del Buda.

(continuará...) 

Roland Yuno Rech
ENSEÑANZA BÚDICA Nº2
Templo de la Gendronnière, Verano 2001

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