Las cuatro vías del bodhisattva (6/6)

DAISATTA SHISHOBO 
Las cuatro vías del bodhisattva.


Do ji: no diferenciarse de los otros

Dogen dice: “Como Sakyamuni Buda que nació y vivió toda su vida como ser humano”. Toda su vida ha sido la práctica, la Vía de do ji, es decir: No separarse de los otros sino, al contrario, practicar completamente con los otros sin convertirse en alguien especial. Algunos se hacen monjes o monjas y, a partir de ahí, desarrollan un cierto orgullo espiritual. Piensan que se han convertido en gentes especiales, por encima de los otros. Si pensamos así, eso es una ilusión; llegar a ser bodhisattva, monje o monja quiere decir profundizar cada día en lo que nos une con los otros, en lo que no nos diferencia de los otros.

Lo que crea las diferencias entre los seres es el karma, las acciones que sigue nuestro ego. Ser bodhisattva, monje o monja es enraizar la propia vida en la práctica de zazen que nos pone en contacto con lo que no es diferente de las otras existencias; no solamente de las otras existencias humanas sino tampoco de los animales, de las plantas, de los árboles, de las montañas, de los ríos, de las estrellas. Es realizar la dimensión cósmica en nuestra existencia. De esta forma nuestro espíritu se hace vasto. Hacerse monje es estar completamente solo, zambullirse en la soledad, es decir, en el hecho de que no podemos poseer nada; pero si lo aceptamos desde el fondo de nuestro cuerpo y nuestra mente, nuestra vida se abre a lo universal, a la dimensión más allá de nuestro pequeño ego. 

El lugar en que esta práctica de do ji se realiza mejor es en el dojo. En el dojo, seamos monje, monja, bodhisattva o sencillamente laico, sin ordenación, cumplimos exactamente las mismas reglas, la misma postura, la misma práctica; todos practicamos gassho, zazen. sampai, de la misma manera. La misma respiración, el mismo espíritu que no permanece en nada, el mismo espíritu que es shuke, sin morada. Nuestro verdadero espíritu es el espíritu de monje, el espíritu de monja. El vasto espíritu como el cielo que lo acepta todo, que incluye todo sin rechazar nada: el sol, la lluvia, las nubes, a veces la tormenta, el día y la noche.

El Maestro Kanshi dijo: “El mar acepta el agua sin límite, así crea vastos océanos. Las montañas aceptan la tierra sin límite, así forman altas cordilleras. Igualmente, un soberano que tiene sabiduría comprende el espíritu de cada uno de sus súbditos, no crea discriminaciones y rechazo entre los seres, así un vasto pueblo se reagrupa alrededor de él y forma un gran país porque no rechaza a nadie”. Así es el espíritu del bodhisattva, el espíritu de do ji, el espíritu de zazen.

Cuando nosotros practicamos zazen, juntos en el dojo, abandonamos el espíritu que crea separaciones y ese zazen influencia todo el universo, es lo que se llama do ji jo do, la realización simultánea de la Vía, por todos los seres. 

Por supuesto, esto pasa de manera invisible, no podemos asirlo, sencillamente quiere decir que nuestro zazen no está limitado a nosotros mismos. Es como cuando tiramos una piedra al agua, las olas concéntricas que se crean en ese momento se propagan hasta el infinito. Si una sola persona cambia en su cuerpo y en su mente, automáticamente influencia al mundo entero, aunque no sea visible; ningún fenómeno, ningún ser, está separado de los otros. 

Si seguimos de esta forma, esta ley cósmica fundamental, do ji, no diferenciarse, no separarse de los otros, armonizarse con esta realidad, ejerce una buena influencia en nuestro entorno y nos sentimos responsables de nuestra propia vida, de los efectos de nuestra vida en los otros. Si vivimos así podemos encontrar un sentido profundo a nuestra existencia, nuestra vida puede encontrar su verdadero valor.



Roland Yuno Rech
Solingen 1996


Enseñanza  publicada por el Dojô Zen Genjo de Pamplona/Iruña
www.zennavarra.blogspot.com

Comentarios

  1. Me faltan mil vidas para conseguirlo, seguiremos caminando ..Te admiro Ángel

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    1. Y a mi también, Aries. Seguiremos caminando.
      Por cierto: en la distancia media pierdo bastante, y en la corta ni te cuento...
      Un abrazo

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