Zanshin: el gesto justo (3/3).

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     La enseñanza de Ikkyu era famosa y un monje que la quería recibir se encaminó a su ermita. Se puso a llover, abrió su paraguas y continuó el viaje.

      Cuando llegó, el monje cerró su paraguas, se quitó los zapatos y los colocó al lado de la puerta, luego se presentó a Ikkyu. Le saludó y le dijo: "Hace varios años que practico y me gustaría ser tu discípulo, recibir tu enseñanza."
  
    Nosotros esperamos por parte del maestro preguntas sobre la enseñanza, sobre la profundidad de nuestra práctica, lo que hemos realizado, pero Ikkyu le dijo sencillamente: "¿De que lado de la puerta has dejado tu paraguas?"

     El monje reflexionó, confundido reconoció: "No lo se."
     
     Ikkyu le dijo: "Vuelve más tarde a verme, no has comprendido nada del zen."

    " ¡Cómo! ¡Tú me despachas por un pequeño error!" , dijo el monje.

     "¡Decididamente tu no has comprendido nada de la práctica! En el zen no hay pequeños errores." respondió Ikkyu.
     
     Comer, dormir, trabajar, andar por la calle, relacionarse, tener una calidad de atención a todo esto, habitar la realidad presente tal y como es, es la práctica espiritual de nuestra vida.

     Estar atento a los gestos que hacemos no quiere decir que haga falta ponerse de repente a vivir al ralentí, eso sería una presencia, una concentración cristalizada, egocéntrica. La concentración no debe ser rígida, "tendida hacia", sino más bien distendida, abierta, ligera en cuerpo y mente y corazón. Y realizar así que la Vía es una vía de apertura.

     Estar concentrado, estar presente no es más que una forma de hacer, una actitud de la mente sea la que sea la acción en la que estamos. Este cuerpo-mente unificado que experimentamos en la práctica de zazen, es esencial dejarlo irradiar también fuera del dojo, cuando estamos hablando, cuando andamos por la calle, cuando comemos...aunque pueda parecer más difícil de realizar en esas condiciones exteriores.

     Pero cuando estamos cada vez más presentes al instante,  de cierta forma cuando honramos el instante presente, esta vida presente, (pues el único lugar
en que estamos plenamente vivos es exactamente ahí donde nos encontramos); el más sencillo de nuestros gestos, la más simple de nuestras acciones comienzan a impregnarse de mucho más cuidado, de mucho más amor  y de mucha más alegría, naturalmente.

     Para acabar, la forma más sutil de zanshin, y la más difícil de realizar es cuando no hay "nadie"que actúa. Por ejemplo, abrimos la puerta, hay una plena consciencia de la acción que estamos haciendo, una plena atención a las sensaciones presentes, a las percepciones, a las formaciones mentales del instante, pero "yo" no lo atrapo. Ya no hay un "yo" apropiándose de la acción de abrir la puerta , justo una consciencia de eso que no interviene. Quizás hayáís experimentado el tener muchas cosas que hacer durante un día y ese día todo se desarrolla sin problemas, todo se encadena. De cierta forma es una experiencia similar; cuando el sistema mental deja de asir, deja de hacer, deja de querer hacer o de no querer hacer, entonces deja sitio para que la acción se realice. Es decir que ya no hay intermediario, separación entre la intención, la consciencia y la acción, justo una circulación fluida, un dejar hacer, una gran confianza en la vida del universo que nos habita.

     Para hacer realidad esto en el dojo, en la propia vida, hay que traer una y otra vez la  atención. Entonces esta plena consciencia, esta plena presencia puede prolongarse, fluir en las diferentes acciones, los diferentes aspectos de nuestra vida. Es la práctica que no tiene comienzo ni fin, sin impacientarse, instante tras instante. Es en esta presencia que todos los tormentos, todas las inquietudes, todos los miedos pierden su influencia y todo sentimiento de separación desaparece.

     Entonces surge el gozo, la alegría tranquila, la alegría sencilla de estar justo ahí, en armonía con cada instante.

Patrick Pargnien, maestro Zen.

Dojozen Genjo, Pamplona/Iruña.    
Biblioteclásica Zen nº5, junio 2010.

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