La modernidad de la práctica...

La modernidad de la práctica y del pensamiento.

Dogen, que entró muy joven en el monasterio Tendai del monte Hiei, recibió allí la educación religiosa que se impartía en este destacado nivel de de las instituciones budistas de la época. Pero no quedó satisfecho pues el dogma que allí se enseñaba del despertar original no le permitía comprender la importancia de la práctica. Dejándose guiar por el espíritu del Buda, que proponía el libre examen de las verdades religiosas sin fiarse de la autoridad de la tradición, Dogen emprendió su búsqueda durante numerosos años sin jamás renunciar a ella.
Este gusto por la investigación que llega hasta el final y la primacía de la experiencia personal sobre los dogmas transmitidos por la institución me parecen ser uno de los puntos esenciales del carácter moderno de Dogen, como también del espíritu del Buda Shakyamuni. Al final resolvió su problema por medio de la práctica de zazen en el dojo del maestro Nyojo, en la experiencia del cuerpo y de la mente despojados de sus apegos, entregándose completamente a zazen. A la luz de esta experiencia, Dogen vuelve a examinar los grandes temas de la enseñanza del Buda y de los patriarcas indios y chinos, y los transmite en una enseñanza nunca separada de la práctica, con el cuerpo y la mente en unidad. Su experiencia personal del despertar en zazen le hizo insistir sobre la unidad de la práctica y del satori. Esto nos libera del dualismo innato en la mayoría de enseñanzas religiosas en las que se practica para obtener una recompensa más tarde, ya sean méritos, el despertar, el reino de los cielos, etc.
La no-separación de la práctica y de la realización es una aportación esencial de Dogen que nos permite resistir ante el espíritu de la técnica que, a menudo, reduce la Vía a una expresión sublimada de la avidez del ego, una forma de materialismo espiritual que no ve lo fundamentalmente liberador de la práctica de zazen transmitida desde Buda: el espíritu mushotoku que no pretende acumular méritos, que no espera el satori. Esto es la actualización de la enseñanza original del Buda Shakyamuni que ponía en guardia a sus discípulos contra cualquier forma de apego, incluidos el apego al nirvana.
El verdadero nirvana no es otro que el abandono de los tres venenos: la avidez, el odio y la ignorancia. Los méritos de la práctica sobrevienen como efecto natural de un espíritu despojado de avidez, incluso espiritual. La enseñanza de Dogen nos introduce en una práctica que sobrepasa, sin eliminarlas, cierto número de dualidades. Práctica y despertar están en unidad. Concentrarse cada día en la práctica con la sangha, en un espíritu mushotoku, es hacer realidad el despertar, en armonía con la naturaleza profunda de nuestra existencia.
Sin separación entre su despertar y el despertar de los demás: lo que Dogen recuerda con todas sus fuerzas en el Hotsu bodai shin es la actitud del bodhisattva de conseguir que pasen todos los seres antes que él mismo. Sin separación entre Buda y uno mismo. Su mente no puede quedar atrapada en los tres tiempos pues es abandono con respecto a la mente que separa y opone. Buda no era diferente a nosotros y nosotros no somos diferentes a él cuando practicamos su enseñanza.
La naturaleza de buda no es algo permanente ni sustancial. Nosotros no tenemos la naturaleza de buda, sino que todos los seres son la naturaleza de buda que se actualiza en la práctica como última realidad de la impermanencia y de la interdependencia de todos los seres. Esta realización se convierte en la fuente de un espíritu de solidaridad y de compasión que se expresa en los preceptos. Los preceptos transmitidos en la ordenación son la expresión de la naturaleza de buda hecha realidad en zazen.
De esta manera, la sabiduría de Buda no es una comprensión únicamente conceptual. Al emanar de la práctica, nos permite armonizarnos con la última realidad que se manifiesta en todos los fenómenos: interdependencia y, por consiguiente, ausencia de sustancia fija de todos los polos de nuestras dualidades. Armonizarnos concretamente con esto puede ayudarnos a superar todos los conflictos que la identificación con una idea limitada de nuestro ego nos hace alimentar. La paz del mundo pasa por la paz del espíritu de cada uno.
Si todos los fenómenos manifiestan la verdad, podemos estudiar la Vía, no solo en los sutras y en el Shobogenzo, sino también en el gran libro de la naturaleza. Dogen amaba la naturaleza. Volved a leer el Sutra de las montañas y de los ríos en la voz del valle, la forma de las montañas. Su enseñanza puede ayudarnos a cambiar el sentido profundamente espiritual de la ecología, es decir el equilibrio y la armonía que deben recuperarse entre el ser humano y su entorno, no sólo para evitar la contaminación y preservar la vida , sino también como expresión de la vida abierta a nuestra unidad fundamental con todos los seres.
Esto nos lleva a un aspecto esencial de la enseñanza de Dogen, el de nuestra responsabilidad ética y, por consiguiente, a la importancia de comprender la causalidad kármica y de tenerla en cuenta en nuestra vida cotidiana. Y ello no sólo por miedo a la dolorosa retribución de nuestros errores, sino como prolongación del zazen en una actividad cotidiana despierta, iluminada por la práctica de la Vía.

Roland Yuno Rech.

Tomado de ZEN , Revista de las Asociaciones Zen de España, nº15, 2000

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