La Vía y el espíritu con el que practicamos.

Hay que poner cuidado en que la ordenación de monje o monja no prevalezca  como un estatus que confiere cierto derecho a juzgar la práctica de los otros, en particular de los principiantes. La ordenación así comprendida puede generar un espíritu de arrogancia, en el dojô y fuera del dojô, en el contacto con los principiantes. En tales casos, en lugar de encontrar una ayuda verdaderamente compasiva, son confrontados a actitudes impacientes, autoritarias, poco acordes con el espíritu de la Vía. Por otro lado, da una imagen errónea de la ordenación de monje y monja y del caminar en la Vía, este espíritu de arrogancia refuerza el ego y lo aprisiona en una especie de autosuficiencia que constituye una verdadera trampa. Las personas que tienen responsabilidad en el dojô, pueden, más que otras, estar expuestas a ello. Basta que la responsabilidad, en lugar de ser entendida como un servicio y una oportunidad de practicar y madurar, sea concebida como un grado adquirido por ciertos méritos. El extremo deriva en ir al dojô para asumir la responsabilidad que uno tiene y no motivado por el espíritu vivo de la Vía. Entonces la función va por delante de la práctica.

Extraído de:
TRAMPAS Y PROMESAS DE LA VÍA
Gérard Chinrei Pilet, maestro Zen.

Traducido y editado por Dojôzen Genjô, Pamplona / Iruña.

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