Una y otra vez.

Se necesitan miles y miles de gotas de agua cayendo sobre una piedra antes de dejar una huella sobre la misma. En el dojô  nos sentamos y escuchamos caer esas gotas, una y otra vez, sobre nuestras mentes y corazones. La madera, la campana, el gong, las mismas instrucciones... 
Ejecutamos las mismas acciones, los mismos gestos, una y otra vez, un día tras otro. Repitiendo y repitiendo tratamos de recuperar nuestra atención, perdida en el mundo exterior, regresando a nosotros mismos.
El zen es la práctica de regresar a nosotros mismos.

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