La Práctica del Zen: Una búsqueda del sentido (4/6)

LA PRÁCTICA DEL ZEN: UNA BÚSQUEDA DEL SENTIDO (4)

Foto: raulvaimbers

       Cuando Dogen, en el Genjo Koan, habla de olvidarse, no es olvidarse en el sentido del sacrificio de uno mismo, del rechazo que sería mortificación o negación de uno mismo; sino olvido en cuanto abandono de todo lo que, en uno mismo, crea separación. De todo lo que es apego a un falso ego, a una construcción mental. Se supera la ilusión de ese yo que dice yo… y se toma en serio, se opone a los otros y crea numerosos conflictos y separaciones. De esta manera el “no-si mismo” es el verdadero “sí- mismo”, es decir, una existencia sin separación, una existencia que incluye a las demás.

Zazen nos libera de los apegos que perturban la paz del espíritu, las preocupaciones de la vida cotidiana, la avidez, el odio, la agitación y el letargo; las dudas y todas las maquinaciones mentales tales como la idea de un yo separado. Sólo permanece una conciencia atenta y ecuánime que no se estanca en nada, ni siquiera en los estados estáticos que algunos interpretan como satori. La verdadera liberación consiste en percibir intuitivamente la ausencia de sustancia de todos los fenómenos por el hecho de que están condicionados por su interdependencia. De esta manera uno puede despertar de sus ilusiones, iluminar sus sombras, lo que nos evita proyectarlas sobre los demás y sobre el mundo que nos rodea. Ello permite acoger lo otro tal y como se presenta, sin juzgarlo a través de nuestras categorías mentales. Entonces, el valor que anima inconscientemente nuestra vida es el amor benevolente y la simpatía hacia todos los seres.

Recuperamos nuestra unidad original con todo el universo, cualquier sentimiento de carencia desaparece y la necesidad de sentido se abole. La verdadera naturaleza de nuestra existencia se hace realidad en la vida sin separación.

“La rosa es sin porqué ”, decía Ángelus Silesius. La cuestión del sentido surge de una carencia, el no estar en unidad con la vida de cada instante que busca compensaciones en el haber, riquezas, conocimientos, poder, sentido.

Zazen nos despeja de la pregunta y de lo que la provoca. En ku, la última vacuidad, no hay sufrimiento, ni origen del sufrimiento, ni cese del sufrimiento.

No hay separación entre sujeto y objeto, entre significante y significado, entre acción y finalidad que alcanzar. Coincidimos con Wittgenstein cuando escribe: “La solución al problema de la vida se encuentra en su disipación”. La vida que emana de ellos o manifestación de una armonía con el dharma, con el orden cósmico. El sentido profundo aparece cuando ya no se espera, no se busca, pero se nos ofrece por añadidura, es el regalo de zazen.

¿Un sentido más allá de todos los por qués. Por qué interroga la causalidad, hemos nacido en esta condición a causa de nuestro karma pasado. Shakyamuni lo comprendió en la meditación que hizo de él un despierto. Las doce causas interdependientes nos mantienen en el ciclo del samsara, su funcionamiento implica que nuestra existencia está hecha sólo de interdependencia ,  así que no tiene sustancia propia, por lo tanto el egoísmo ha de abandonarse y se manifiesta el sentido de profunda solidaridad con todos los seres. Y se convierte en respuesta a la pregunta: ¿Para qué?


Roland Yuno Rech

 Continuará...


Escritos traducidos y publicados por el Dojô  Zen Genjo de Pamplona/Iruña. 
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