La Apertura de Corazón - Kusen de Roland Yuno Rech.

La Apertura de Corazón.
Kusen de Roland Yuno Rech.
Sesshin de Moissac, noviembre 2018
Domingo 28, 7h.
La pelvis está ligeramente basculada hacia
adelante. Tomamos firmemente apoyo en el suelo con las rodillas. A partir de la
cintura, estirad la columna vertebral y la nuca metiendo el mentón y relajando
los hombros. Buscad constantemente el tono justo de vuestro cuerpo, ni
demasiado tenso, ni demasiado relajado. Esto implica una observación íntima de
nuestro cuerpo.
Y esta vuelta al cuerpo, de manera regular durante
la práctica de zazen, evita que nos dejemos
embarcar por nuestros pensamientos. El cuerpo nos devuelve al aquí, la
respiración al ahora. El leitmotiv de nuestra práctica, es volver al aquí y
ahora. Pero eso debe ser realizado concretamente, es decir, instante tras
instante, sin dejarnos distraer por nuestras fabricaciones mentales. Estamos
sentados ante la pared, lo que nos evita ser distraídos por los objetos del
mundo exterior.
Concentrarse en la respiración y en el cuerpo no
quiere decir quedarse ensimismado. Al contrario, la concentración en el cuerpo
permite desapegarse del mental ordinario que fabrica sin cesar nociones
opuestas, tales como la práctica y el despertar que espero obtener más tarde,
yo y los otros, yo y Buda.
Abandonar ese apego a la fabricación mental que es
nuestro ego, es lo que permite la apertura del corazón y de la mente. Lo que
permite, al no estar ya repleto de nuestras preocupaciones personales, poder
volvernos receptivos a los otros y a la naturaleza.
Es lo que permite la empatía, es decir, la
capacidad natural que tenemos de ponernos en el lugar del otro. Y esa capacidad
es, a menudo, obstruida por el egocentrismo que hemos desarrollado desde
nuestra infancia por el excesivo apego al ego. Como ya he dicho, el ego es
necesario, pero no puede ser sobrevalorado.
Muchas cosas en la vida son necesarias: es
necesario comer, pero no volverse bulímico. Es necesario tener relaciones
sexuales, pero no volverse un obseso sexual. Es necesario ganarse la vida, pero
no volverse excesivamente ambicioso y buscar puestos elevados con alto salario,
en detrimento del resto de la propia vida y, a menudo, en detrimento de los
otros.
La enseñanza de Buda, el Óctuple Sendero, la
práctica de la Vía, es la práctica de la Vía del Medio que abraza los polos de
toda nuestra dualidad, en particular a uno mismo y los otros. Ser capaz de
ponerse en el lugar del otro implica un espíritu ligero, un espíritu
suficientemente desapegado de sí mismo como para poder salir de sí y ponerse en
el lugar del otro. Es un movimiento natural. Es preciso reencontrar ese
movimiento natural eliminando los obstáculos a la empatía, en particular el
miedo a dañarse uno mismo si dedicamos la atención y el tiempo a los otros. Al
practicar zazen remediamos ese miedo, pues ya no hacemos diferencia entre uno
mismo y los otros. Cuidar de los otros es cuidar de uno mismo. Es lo que
hacemos en una vida en la que, el espíritu que separa sin cesar, que
discrimina, es dejado de lado.
Desde que somos capaces de colocarnos en el lugar
del otro, aparece el espíritu de compasión, que no tiene nada que ver con un
mandamiento del tipo: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. El amor no se ordena,
tampoco la compasión. La compasión proviene de esa facultad de convertirse en
el otro. No sólo sentir eso que necesita, sino ayudarle de verdad. Y la mejor
manera, como decía el sexto patriarca, el Maestro Eno, es ayudar al otro a
despertarse a su verdadera Naturaleza de Buda; pues en el fondo, es nuestra
Naturaleza de Buda la que nos despierta a cada uno, la que nos libera. No
podemos liberar a los otros. A veces, traducimos el primer voto del bodhisattva
por “hago el voto de liberar a todos los seres”. Esto no es posible. No podemos
liberar a los otros, pero podemos ayudarles a liberarse, a ser liberados por su
Naturaleza de Buda, con la que podemos ayudarles a entrar en contacto,
principalmente gracias a la práctica de zazen, la práctica justa de zazen.
La capacidad de sentir compasión, compasión
activa, es el mejor criterio para medir nuestra evolución en la Vía. Aunque
practiquemos asiduamente, aunque estemos muy concentrados, si permanecemos
egocéntricos, si no nos preocupamos de los otros, si no sentimos el deseo
profundo de ayudarlos, es que algo no se ha hecho realidad, algo no se ha
resuelto en nosotros. Entonces, es inútil culpabilizarse, pero es bueno sentir
qué es lo que pasa, qué hace que haya un obstáculo a la apertura del corazón.
En un primer tiempo, puede que sea útil ponerse
conscientemente en el lugar del otro, una especie de ejercitarse, por ejemplo,
desarrollando la capacidad de escucha. Mientras que, a menudo, las personas que
hablan entre sí, no tienen más que una necesidad que es hablar de ellos mismos,
tomar la palabra para hablar de sí mismos. Tenemos problemas para estar de
verdad a la escucha del otro. Así, en un primer tiempo puede ser bueno
ejercitarse en la empatía.
Por
ejemplo, los samu son un excelente
terreno de ejercicio de la empatía. En una cocina, la gente que trabaja junta,
puede estar constantemente atenta a hacer el gesto justo para ayudar al otro en
lo que está haciendo. La empatía es lo que permite a los seres humanos
cooperar. En un lugar, cada uno debe estar concentrado en lo que tiene que
hacer pero, al mismo tiempo, abierto a lo que hace el otro para cooperar.
Y esta
apertura de corazón, esta atención al otro, se extiende igualmente a todo
nuestro entorno. Cuidar el medio ambiente, es cuidarse a sí mismo. Contaminar
el medio ambiente, es contaminarse uno mismo. En interdependencia, todo lo que
hacemos, termina por volver a nosotros mismos.
Tener compasión por los seres, ayudarlos, es
también tener compasión por uno mismo y ayudarse uno mismo, pues en el fondo,
no hay separación real entre los dos. Hacer realidad esto nos quita el miedo de
perjudicarnos a nosotros mismos, por ser demasiado compasivos y no estar
suficientemente centrados en nosotros mismos.
Ser capaces de ponernos en el lugar del otro es la
clave para unas relaciones armoniosas, particularmente en las parejas. A
menudo, las parejas se reprochan mutuamente su egoísmo. La vida de pareja, es
un excelente lugar de práctica de la Vía. En la intimidad con alguien, es
importante sentir el deseo del otro, ponerse en su lugar y cubrir su deseo.
Cuando los dos hacen lo mismo, es decir están en una reciprocidad de atención
el uno al otro, entonces, la pareja funciona bien.
Esta apertura de corazón en una relación de amor
con alguien, no debe ser limitada a la relación amorosa. Buda, enseñaba a
ejercitarse justamente, en eso que llamamos la práctica de los Cuatro Ilimitados,
ejercerse en la compasión:
En primer lugar con la gente que amamos. Es lo más
fácil. Luego con la gente que nos es indiferente, los vecinos, la gente con la
que nos cruzamos en la calle, en el trabajo. Y finalmente, con la gente con la
que tenemos dificultades, que pueden habernos hecho daño, que no estamos
dispuestos a amar en absoluto.
Y, ejercitarse en la compasión, la empatía,
colocarse en el lugar del otro, sentir sus necesidades, no juzgarlas, sino, al
contrario, encontrar la manera de ayudarle y, sobre todo, permitirle tomar
conciencia, ser capaz de ayudarse a sí mismo, es la práctica del bodhisattva.
Es lo que hace que nuestra práctica, lejos de ello,
no esté limitada a sentarnos cara a la pared y volver la mirada hacia el
interior sino, al contrario, abrirnos a todas nuestras relaciones con nuestro
entorno, con un espíritu de compasión y benevolencia.
Los dojos, la sangha, son lugares privilegiados
para ello, pues todos tenemos el mismo estado de espíritu, practicamos todos en
la misma dirección. Así, empecemos por la sangha,
porque ella se convierta en el tesoro, el tercer tesoro, pero que al mismo
tiempo, como decía el Maestro Dogen, en la presencia de Shakyamuni Buda aquí y
ahora. El Dharma, las enseñanzas,
todavía pueden ser algo relativamente abstracto, pero la sangha son seres vivientes que encarnan el Dharma de Buda. Cuando actualizan su presencia entre nosotros,
somos, de alguna forma cada uno, los representantes de Shakyamuni Buda.
Si nos comportamos así, teniendo en cuenta esto, la
sangha se vuelve un verdadero tesoro y venir a ella a practicar una verdadera
felicidad.
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