El joven Dôgen en China

El joven Dôgen en China

Ver el cerezo en flor

Por Yves Shoshin Crettaz

Toda la vida del Maestro Dogen dio un vuelco tras los cuatro años que pasó en China durante su juventud. Allí conoció obviamente al Maestro Nyojô pero también, de manera ocasional a otros monjes anónimos cuya influencia fue, sin embargo, capital.

Ikkyu escribió un pequeño poema, maravilloso, que arroja luz sobre el espíritu con el que el joven Dogen realizó su viaje a China:

       Si tu corazón anhela el mañana

        para ver los cerezos en flor

        quien te dice que la tormenta repentina

        no destruirá todas las flores esta noche.

Ver el cerezo en flor es aprovechar cada situación para despertar y vivir cada encuentro como una puerta al Dharma. El momento que estamos viviendo nunca volverá. Y, sin embargo, muchas veces este momento único, por lo tanto infinitamente precioso, nos deja indiferentes. Pasando a su lado, pasamos por nuestro lado, por el de los demás y por el del Dharma.

Al ir a China, el joven Dogen estaba fuertemente decidido a aprovechar al máximo todas estas flores de cerezo para perfeccionar su aprendizaje de la Vía.  Su vida y su enseñanza quedarían profundamente transformadas. Y como resultado, nuestra práctica actual también. Repasemos, pues, desde esta perspectiva algunos episodios, por lo demás muy conocidos, de su viaje a China.


Cantar el Sutra del Kesa

Dôgen tenía entonces 23 años. Una mañana, en un templo en el que pasaba unos días, vio a un monje ponerse respetuosamente su kesa sobre su cabeza y luego, con las manos en gassho, recitar en silencio Dai sai gedappuku...

"Fue entonces -escribe- cuando me sentí lleno de alegría, conmovido por haber encontrado algo increíble. Mis lágrimas fluyeron secretamente y mojaron la manga de mi kolomo".

El texto de este sutra era conocido en Japón en ese momento, pero no la forma correcta de cantarlo. Como resultado, Dôgen tomó esta resolución: "Aunque soy indigno, me gustaría... hacer que la gente de mi país vea y escuche el Dharma y el kesa correctamente transmitidos de buda a buda".

Dôgen manifiesta aquí su espíritu de despertar abandonando sus categorías, sin hacer ningún comentario sobre lo que ve. Simplemente miró y se dejó penetrar por la práctica respetuosa de este monje. Esto es lo que se llama estar totalmente abierto al Dharma.


El despertar de Dôgen: shin jin datsu raku

Otra experiencia crucial, mil veces comentada, la de su despertar. Dôgen no la mencionó, excepto quizás a unos pocos discípulos cercanos, incluido Tettsu Gikai. Es sin duda a través de este que Keizan se enteró de ello y lo comenta en su Denkôroku.

La escena tiene lugar en el templo del monte Tendo, durante el primer zazen de un día de sesshin: el vecino de Dôgen se queda dormido sobre su zafu y Nyojô le grita en voz alta: "La práctica de zazen es: ¡shin jin datsu raku! ¡abandonar el cuerpo y la mente! ¿Qué crees que conseguirás dormitando?"

Al oír estas palabras, Dôgen se sobresaltó y se sintió invadido por una alegría que nunca antes había sentido. Comprendió en ese preciso momento que finalmente había encontrado lo que buscaba. Después de zazen, visitó a su maestro en el Pabellón de la Gran Iluminación, encendió un incienso y se postró. Nyojô le preguntó por qué hacía esto y Dôgen respondió:

"Shin jin datsu raku. He abandonado el cuerpo y la mente.

Datsu raku shin jin. Realmente has abandonado el cuerpo y la mente."

Esta experiencia fue la fuente eterna de la práctica y la enseñanza del Maestro Dôgen.

Shin jin datsu raku, que algunos traducen como: despojarse de la idea de un "yo". Es decir, dejar de mirarse el ombligo del ego ilusorio y vivir expresando la propia naturaleza búdica. También en este caso Dôgen podría haber reaccionado de otro modo, viendo en el shin jin datsu raku sólo una severa amonestación dirigida a un monje indolente.


Encuentro con el viejo tenzo

Otro encuentro famoso, el del viejo tenzo. En el Tenzo Kyôkun, Dôgen relata tres mondos que tuvo con dos tenzo. Pasemos al primero, que estaba secando las setas bajo un sol abrasador. Los otros dos tuvieron lugar con otro monje de sesenta años de un monasterio vecino.

Este fue el primer monje Chan con el que habló Dôgen y, sin embargo, no dudó en estar de acuerdo: "Si he comprendido un poco lo que es la práctica de la Vía, se lo debo precisamente  a la gran benevolencia de este cocinero .”

A su llegada al Imperio Song, Dôgen tuvo que permanecer tres meses en el puerto de Quingyuan, bloqueado por motivos administrativos. Fue durante esta estancia obligada en el muelle cuando un monje subió al barco para comprar shitake, unas setas que los comerciantes japoneses importaban en cada travesía. Después de invitarlo a tomar el té, Dogen le pidió que pasara la noche a bordo.

"Tengo que volver al monasterio para preparar la comida de mañana", respondió el monje. "Si no superviso yo mismo la preparación, no estará bien... Esta función ha sido confiada al anciano que soy. . Digamos que esta es la práctica confiada a este anciano que soy. ¿Cómo podría delegársela a otra persona? Y, aun más, este venerable tenzo no ha pedido permiso para pasar la noche fuera del monasterio. Esto fue demasiado para el joven Dôgen, que le preguntó por qué a su edad no se dedicaba a la práctica de zazen y al estudio del Dharma. El tenzo se echó a reír: “Mi buen amigo que viene del extranjero, aún no has entendido lo que significa practicar la Vía”.

Primer encuentro en China e inmediatamente surge la esencia del Dharma. El joven Dôgen definitivamente no pierde el tiempo.


El regreso a Japón

El 18 de septiembre de 1225, Nyojô certificó a Dôgen como su sucesor entregándole el ketsumyaku en el que estaba registrado el linaje auténtico de los patriarcas, de los que era el quincuagésimo representante. Este shisho se conserva en Eiheiji y fue declarado tesoro nacional de Japón hace veinte años.

Una noche del invierno de 1226, el discípulo le dijo a su venerado maestro que quería regresar a su país para propagar la Vía de Buda. El viejo maestro, que moriría menos de un año después, no intentó retenerlo y le ofreció el kesa de Fuyô Dôkai, una copia del Hôkyô zanmai del Maestro Tôzan y Los cinco rangos (go i) del Maestro Tôzan y tambien un retrato suyo diciéndole: "Con todo mi corazón, te confío todo esto a ti, el monje extranjero... Establece tu hogar en las montañas profundas y los valles desiertos y transmite para siempre la esencia del chan, aunque solo sea  a un auténtico buscador del despertar.


Tres encuentros, tres puertas del Dharma

Durante su viaje a China, Dôgen conoció a:

    Un monje cantando el Dai sai gedappuku con el kesa posado sobre la cabeza.

    Un monje dormido al que Nyojô le grita Shin jin datsu raku.

    Un viejo tenzo que debe regresar al monasterio para preparar la comida.

Tres encuentros, tres oportunidades, tres momentos favorables (jisetsu) a los que Dôgen volverá a lo largo de su vida para profundizar en tres principales aspectos de su enseñanza:

    El kesa, la transmisión del Dharma

    La práctica de zazen, cuerpo y mente abandonados

    El samu al servicio de la sanga

Estas tres prácticas, íntimamente entrelazadas, están en el corazón de nuestra práctica y el énfasis particularmente fuerte que les ponemos distingue a nuestra escuela de otras ramas del budismo. Y todo ello porque hace ocho siglos un joven decidido y sincero no dudó en desafiar las olas del mar del Japón para encontrar al maestro que le mostrará por donde llevar sus pasos.

Este articulo, del maestro Yves Soshin Crettaz, fue publicado en la Revista ZEN nº100 (junio 2020).

Traducción por  Ángel Hosshin Donoso

La Revista ZEN, de la Asociación Zen Internacional, fundada por el Maestro Taisen Deshimaru se publica en los idiomas Francés e Inglés.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Siempre hacia delante.

Más y más cosas...