Pequeño manual para aspirantes que deseen practicar la meditación zen...

Pequeño manual para el uso de los aspirantes que deseen aprender la meditación Zen.

 

Entonces, has decidido dar el paso. ¡Quieres hacer meditación zen! ¿La meditación consiste en  hacer o en no hacer? ¡Difícil de decir! En cualquier caso, tienes que empezar en algún lugar, como venir a un grupo o a un centro. Pero primero, piensa. La meditación zen es un trastorno. ¿Quieres estar alterado? Esta primera vez, ¿estarás a la altura de tu audacia? Obviamente, para este estreno, no llegues tarde ni corriendo. Elige un pantalón ancho que no te apriete en la cintura. Mantente limpio, pero evita los perfumes. Quítate las joyas. Se Natural.

En la entrada, quítate tú calzado. No se trata simplemente de descalzarse, sino de volver a aprender la delicadeza en los gestos más simples. Deposita tu calzado suavemente, la izquierda está a la izquierda de la derecha, la derecha está a la derecha de la izquierda. Quítate también los calcetines Con tu calzado, deja también tus ideas sobre el zen, tus lecturas, todas esas páginas a las que no hace mucho dabas vueltas y vueltas en la cabeza, todos tus juicios sobre lo que es o no es el budismo, todas tus expectativas. Incluso las más bellas. Sí, déjalos en la puerta de entrada. Deslízalos uno a uno en tus zapatos. No se trata de que olvides las ideas y los pensamientos, sino todo lo contrario, déjalos simplemente con cuidado en la entrada. Los recuperarás más tarde. Esta es la forma correcta de empezar. Mente fresca.

Ahora  ya puedes entrar. En el espacio que se te ofrece, verás que no hay (casi) nada. No te sientas confuso. Quitamos las imágenes para intentar tocar la desnuda realidad de la experiencia. ¿Puedes realmente conocerte a ti mismo? Directamente, sin intermediario de nada.

Se te ofrece un espacio. Una vez que cruzas la puerta, junta tus manos e inclínate en un gesto de gratitud. Toma un cojín redondo (zafu) para sentarte. Pruébalo con cuidado: ¿es lo suficientemente grueso, lo suficientemente ancho? Debes aprender a calibrar los cojines, encuentra el que se adaptará a tu propia morfología.

Y luego, siéntate de cara a la pared. La meditación es una experiencia total. Implica al cuerpo, a la respiración y a la mente al mismo tiempo. Básicamente, solo hay tres cosas que debes recordar cuando aprendes a meditar: debes ser constante, debes estar tonificado, debes sentirte cómodo.

La estabilidad está asegurada por el trípode formado por las piernas cruzadas y las nalgas elevadas por el cojín. Toma la posición del loto, el medio loto, o en su defecto, simplemente coloca un pie sobre la pantorrilla opuesta. Ambas rodillas deben tocar el suelo con la misma presión.

La tonicidad se encuentra enderezando la columna vertebral. No te sientes en la parte superior sino en la parte inferior de las nalgas. Desde el trípode formado por las piernas y las nalgas, endereza suavemente la columna, luego la cabeza, mete suavemente la barbilla y baja la mirada frente a ti sin fijarla en un punto en particular. La rectitud de la columna es el eje de la meditación. La columna da fuerza a la postura. Siente como tu cuerpo se ancla firmemente al suelo y al mismo tiempo se despliega con flexibilidad en el espacio. El “tono” significa que no hay ni tensión ni relajación excesivas. No te sientes con las piernas cruzadas en alto (sin estar bien apoyadas). Esta posición no te permite mantener la estabilidad y el tono durante mucho tiempo.

Coloca tu mano izquierda sobre tu mano derecha, los pulgares se unen horizontalmente. Las manos se apoyan sobre los pies y contra el cuerpo. Recuerda despegar los brazos ligeramente del busto.

Cierra la boca y respira por la nariz. La respiración es tranquila. No necesita ser modificada. Al enderezar el busto, la caja torácica ya no está comprimida y puedes respirar libremente, suavemente, sin restricciones. Solo recuerda no hacer ruido con tu respiración.

¿Y la mente? Existen diferentes técnicas y métodos de meditación zen. Los aprenderás más tarde. No tengas prisa. Por ahora, solo mira y escucha. Ya no hay ruido en el exterior  pero, dentro de ti, ¿qué aparece? ¿El silencio o el susurro de la mente? Trata simplemente de desarrollar una mirada panorámica, da la bienvenida a todo lo que surja: pensamientos, sentimientos o emociones. No los rechaces. No los persigas. Permanece fijo, anclado en esta experiencia viva del cuerpo.

¿Es todo? Sí. ¿Suena demasiado simple? Después, todos nos damos cuenta rápidamente de que manera el cuerpo, la respiración o la mente pueden ser fuentes de confusión, de dificultades de todo tipo. No podemos cruzar las piernas, duele, nos sentimos retorcidos, la respiración es difícil, jadeante, entrecortada. La mente va en todas direcciones, divaga o vuelve a dormirse. ¡No es como en los libros! Ciertamente. Pero hay que partir de alguna parte, de este cuerpo, de tu cuerpo a veces firme, a veces tambaleante; de la mente, de tu mente que a veces se agudiza, a veces se nubla. Toda la habilidad consistirá en transformar todos los obstáculos internos, para que tu cuerpo, tu respiración y tu mente se conviertan en el crisol del despertar. Por supuesto que necesitarás ayuda, que te oriente, que te guíe. Necesitarás un aprendizaje. Si no te preocupas por la extravagancia de la meditación, en resumen, si vuelves a ella, no dudes en pedir consejo: no vagas recomendaciones sino consejos reales para inspirarte, para penetrar profundamente en este espacio interior. Para tocar tu propio corazón.

Al principio, necesitas sentir la estabilidad interna, la tonicidad. Hasta que te sientas cómodo. Por supuesto, estar cómodo tiene una dimensión física: el cuerpo experimenta la meditación completamente sin obstáculos; pero estar cómodo también tiene una dimensión psicológica: es la confianza. Ten confianza en ti mismo. Poco a poco, apaciguado. Pero este no es el final de la meditación, por el contrario, es solo el primer paso. La puerta de entrada. A partir de esta calma, tendrás que ir más allá, dar un salto hacia lo desconocido. Existen diferentes técnicas para calmar la mente, pero para dar este salto, verás que básicamente no existe ningún método.

Tres golpes de campana marcan el comienzo de la meditación, dos el final. No hay nada entre estos dos momentos, ni un sonido, nadie que te mire, nadie que te hable. Esta es la forma tradicional del Zen: solo tú contigo mismo. Y en algún lugar lo desconocido.

Antes de instalarte en el cojín adecuado, practica el método tradicional de expulsar el aire de los pulmones: pon las manos sobre las rodillas y luego, tres o cuatro veces, sin ruido, exhala largo tiempo con la boca entreabierta e inhala por la nariz.  Luego te balanceas hacia la izquierda y hacia la derecha, siete u ocho veces, con movimientos cada vez menos amplios, hasta que encuentras la verticalidad del cuerpo. Juntas tus manos y te inclinas. Al final de la meditación, antes de levantarte, haz lo mismo, pero a la inversa. Te inclinas con las manos unidas, te balanceas hacia la derecha y hacia la izquierda en movimientos cada vez más amplios, luego expulsas el aire, con la boca ligeramente abierta, mientras inhalas por la nariz. Toma tiempo para estos espacios de transición. No te levantes de golpe. Vive el cuerpo lentamente.

Después de la meditación sentada, llega el momento de la meditación caminando. Toma una actitud digna, siempre estable, tonificada, tranquila. El cuerpo se endereza, la cabeza también, la mirada baja, frente a ti. El puño izquierdo encierra el pulgar izquierdo, la mano derecha encierra el puño izquierdo, el pulgar derecho presiona la raíz del pulgar izquierdo y las manos se colocan suavemente contra el esternón, los antebrazos en posición horizontal. Y caminas al ritmo de la respiración: primero adelantas el pie derecho y, a lo largo de la exhalación, desplazas el peso del cuerpo sobre la pierna delantera, quedando la trasera relajada pero sin que el talón se despegue del suelo. En la inspiración, el pie de atrás pasa adelante y empezamos de nuevo el proceso llevando el peso del cuerpo sobre esta pierna de delante. El paso se armoniza con la respiración y simplemente nos limitamos a dar un paso tras otro.

Al final, el responsable de la meditación recita una dedicatoria: “Que estas virtudes que se extienden por doquier sequen la fuente del sufrimiento y nos permitan con todos los seres realizar la Vía del Despertar”. Quien descubre lo desconocido, redescubre al otro.

Ha pasado más de una hora. Sales. Tus zapatos no se han movido de su sitio. Ningún genio maligno se los llevó. Y tú, ¿has cambiado?

Autor: ¿?

Traduccion del francés: Ángel Hosshin Donoso

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