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Trabajo y práctica budista...

 Trabajo y práctica budista.

Por Ines Steggewentze

Todos conocemos esta situación: en el trabajo las cosas no salen como nos gustaría. Nos frustra y creemos que las personas con las que tratamos profesionalmente están haciendo las cosas mal.

Pero si miramos con atención lo que nos frustra en estas situaciones, lo que nos hace sufrir, siempre recurrimos a nosotros mismos:

  • las percepciones que tenemos son nuestras percepciones
  • lo que esperamos de los demás son nuestras expectativas
  • las imágenes que tenemos de los demás son nuestras imágenes.

Nuestras percepciones, nuestras expectativas y nuestras imágenes muchas veces están alejadas de la realidad. Otros son como son, tal como nosotros somos: en todo momento impermanentes pero reales, impermanentes pero completos.

En cuanto pensamos que las personas con las que trabajamos deberían comportarse de manera diferente, nos separamos de ellos, no ellos se separan de nosotros. Empezamos a quejarnos, los encontramos desagradecidos, desordenados, incorregibles, etc. nos hace sufrir, nos frustra, nos molesta.

Es cuando empezamos a creer que sabemos cuál es la verdad y nos aferramos a las ideas que tenemos sobre los demás cuando comienza nuestro sufrimiento. No nos sentimos tomados en serio. Damos y creemos que nuestro dar es retenido o irrespetado.

En mi opinión, la raíz del burnout radica en el hecho de que nos despreciamos de esta manera y no en el hecho de que los demás nos agotan.

Entonces podríamos pensar que los demás no tienen nada que ver con nuestras frustraciones. Seguro que si. Pero no tenemos poder sobre lo que hacen los demás. Sólo podemos ofrecer nuestros servicios, apoyar, acompañar.

A veces el primer deseo de los bodhisattvas se traduce de la siguiente manera: “Los seres vivos son innumerables, prometo salvarlos a todos”. Pero no podemos salvar a nadie. Sólo podemos desear ayudar a todos los seres a liberarse.

El ideal del bodhisattva es muy útil para mi trabajo como trabajadora social en una universidad: la ayuda ilimitada expresada en este deseo se ha convertido para mí en una gran fuente de energía. La ayuda ilimitada no es necesariamente un signo de síndrome de ayuda. Para que no se desarrolle, es necesario permanecer mushotoku. Hacer lo que hay que hacer con compasión y sabiduría, sin esperar realmente nada de ello. Construir puentes puede ser tan útil como establecer límites. Lo importante es lo que es apropiado, lo que es útil para la situación actual.

Lo que hago en el dojo durante zazen me ayuda en mi trabajo: concentración en la acción en curso y retroalimentación sobre la observación de la respiración.

Como bodhisattva, me esfuerzo por ver el mundo como un dojo, por ver a todos los humanos –incluidas las personas difíciles– como una sangha y por vivir la vida día a día como una sesshin.

Suena bien, pero es consecuencia de mi práctica. Lo cual para mí es a la vez desafío y liberación.

Tomado de la Web  de la Asociación Budista Zen de Europa (Maestro Roland Yuno Rech)
https://abzen.eu/abze/decouvrir/temoignages/travail-et-pratique-bouddhiste/

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