¿Zazen sin Sangha?...

 ¿Zazen sin sangha?

Una persona, que había estado viniendo al dojo de vez en cuando durante un año, nos envió un mensaje para decirnos que ya no vendría más. Al final de su mensaje, precisó: “Si la práctica de zazen y la filosofía del Zen me hablan, los aspectos rituales y comunitarios no son realmente para mí. ¿Podemos practicar zazen sin los aspectos rituales y comunitarios?

Los aspectos comunitarios, son la Sangha.

Cuando vienes al dojo, cuando haces un retiro o un campo de verano, eres un practicante entre otros practicantes. Con los otros practicantes formamos una Sangha, una comunidad de practicantes que siguen las enseñanzas de un maestro. Ahora bien se enseña que el Buda, el Dharma y la Sangha son tres Tesoros. Por lo tanto, practicar en conexión con una Sangha, es un Tesoro para la práctica. ¿Por qué es un tesoro?

La Sangha, ¿un tesoro? ¿Significa eso que somos siempre como una familia cariñosa que se comporta como amigos, hermanos, hermanas? No, no siempre hay benevolencia. Los otros practicantes son como nosotros, humanos con sus límites y sus defectos: nos pueden molestar, puede haber crisis...

Entonces, ¿por qué la Sangha es un tesoro? ¿Por qué una práctica en solitario no se consideraría la práctica de la Vía? Podemos dar muchas respuestas, pero hay una primera que todos hemos experimentado un poco en zazen, es que estar juntos en el dojo es un apoyo. Nos ayuda a no movernos. Esta persona a nuestro lado tiene una postura hermosa, llena de una energía que sentimos y que nos influye. Esa otra persona tiene una determinación, una motivación que nos desafía, nos impulsa. Otro tiene una postura tambaleante y esto nos demuestra que la perfección no es una meta en sí misma, no es la finalidad de la Vía: debemos practicar tal como somos.

Otro aspecto importante de la Sangha es que como practicantes sabemos que zazen nos ayuda a observar cómo funcionamos, cómo nuestro ego es el resultado de nuestros condicionamientos, una ilusión creada por nuestros deseos de permanencia, de continuidad. Observamos los pensamientos que pasan y aprendemos cómo estos pensamientos actúan y crean sufrimiento. Practicar juntos nos ayuda a poner nuestro ego en su lugar.

Alguien que practica solo todo el tiempo puede terminar desarrollando un cierto narcisismo de su “yo”, una falsa paz interior que nunca sería perturbada por los demás. La práctica dentro de una Sangha, con el samu, las actividades compartidas, ofrece oportunidades para pulir el propio ego, para confrontarlo, para observar cuánto nuestras ideas preconcebidas -y en particular la idea que uno tiene de sí mismo- generan dificultades y sufrimiento. Por supuesto, esto también lo podemos encontrar en cualquier sociedad humana, pero aquí, en una Sangha, sabemos que esta observación de las trampas de nuestra mente nos permite intentar superar nuestros conflictos, abordarlos directamente. Todos estamos de acuerdo como practicantes en tratar de enfrentar estas trampas en nuestras mentes con paciencia y amabilidad.

Entonces, si la Sangha nos perturba, es porque estamos en el camino equivocado en nuestra práctica. Practicar juntos codo con codo, a pesar de las tensiones, a pesar de nuestras mezquindades, nos hace tocar juntos algo más grande que nosotros mismos, nos ayuda a confiar juntos en una realidad que nos supera. Nos permite encontrarnos en la práctica de zazen más allá de las palabras.

Y sin este traspaso de los límites de nuestro pequeño ego, no puede haber liberación. La práctica de zazen no es una práctica de bienestar sino una práctica de liberación. Nos liberamos junto a los demás y con los demás.

La práctica de zazen sin la Sangha ya no es la práctica de la Vía.


Para los aspectos rituales, es un poco diferente...

 Uno puede practicar la Vía, completamente, sin ningún ritual.

¿Qué son los rituales? El altar, el Buda, hacer gassho, las ceremonias… Todo esto no es necesario ni obligatorio: representa una cierta forma de protocolo que también podría ser diferente.

No es necesario, pero ayuda. Permite armonizar la Sangha. A veces es difícil, sutil, sentir la energía del grupo de practicantes en la práctica de zazen de cara a la pared. Es mucho más fácil sentirlo, dejarse transportar por un canto, una ceremonia común que libera y transforma energía.

Y todo este ritual nos muestra que lo que practicamos aquí es diferente a todo lo que experimentamos en la vida cotidiana. Nuestra práctica nos permite volver a nuestra condición normal, pero para realizar este regreso, necesitamos hacernos a un lado. El ritual nos ayuda a dar este paso atrás, para marcar el hecho de que estamos saliendo de nuestra burbuja diaria.

A veces se usa la palabra "sagrado": no me gusta mucho esta palabra, porque da la impresión de algo excepcional y fuera de lo común. Mientras que lo que estamos haciendo aquí y ahora en el dojo es volver a nuestra condición normal. El ritual permite subrayar, marcar este paso a un lado. Los aspectos rituales, los símbolos, nos ayudan a prepararnos y a ponernos en un estado de apertura y de dejarse llevar. Es el paso lateral que nos permite acceder a este vasto espacio que nos abre a todo el universo.

El ritual nos ayuda a sintonizarnos con el universo. Todos estos pequeños trucos, el Buda, las velas, las ceremonias... son un poco como el diapasón de una orquesta: una herramienta, una forma de marcar el tono y armonizar a toda la orquesta. Estos artificios están ahí para ayudarnos a armonizarnos con el universo.

 

Bruno Kosan Bonduelle / Enseñante en el Dojo zen de Toulouse (Fr)

Tomado de la Web de la ABZE (Asociación Budista Zen de Europa) https://abzen.eu/

Traducido por: Ángel Hosshin Donoso

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