Trampas y Promesas de la Vía, por Gérard Chinrei Pilet (06/..)

TRAMPAS Y PROMESAS DE LA VÍA

Por Gérard Chinrei Pilet, maestro zen

CAPÍTULO II

LA VÍA Y EL ESPÍRITU CON EL QUE PRACTICAMOS

Tomar el dedo por la luna

Yoka Daichi, maestro Chan del siglo VII, en su "Canto del Despertar" censa un cierto número de trampas posíbles en la Vía. Evoca el caso "del que confunde el dedo con la luna y hace esfuerzos para nada". Solamente la expresión de esta imagen, incluye varias trampas posibles.

Por ejemplo, la de prestar atención solamente al estudio de los textos y descuidar la práctica, acumular conocimientos en detrimento de la experiencia directa. Yoka confiesa humildemente haber caido en la trampa de la erudición por la erudición durante algunos años; años perdidos en inventariar los tesoros de los otros en vez de concentrarse en descubrir el tesoro del espíritu de Buda presente en él mismo.

Es una trampa, ya que no podemos esperar que un estudio puramente intelectual pueda constituir un camino para despertar por el hecho de que alimente el mental, mientras que se trata de ir más allá de la propia conciencia. Por otra parte, el despertar, supone el abandono del ego que a su vez supone el no-apego a las categorias mentales, a lo que el estudio puramente intelectual no predispone.

El apego a las palabras hace que nos quedemos en la superfície de las cosas, creemos conocer las cosas nombrándolas, pero es una ilusión. Para conocer hay que "ser" lo que se conoce. En este sentido podemos decir que solo buda conoce a buda. Para conocer el espíritu de buda, hay que ser el espíritu de buda, no basta con el estudio de sus caracteristicas "exteriores". Y, precisamente, el estudio puramente intelectual hace que nos quedemos en el exterior de la cosa estudiada, manteniendo la escisión entre sujeto conocedor/objeto conocido. Es únicamente cuando vamos más allá de esta escisión que penetramos verdaderamente la Vía.

Perdemos el tiempo descuidando la búsqueda de lo esencial, el estudio erudito separado de la práctica, a menudo genera interpretaciones erróneas de los textos sagrados, ya que lo estudiado no es conocido íntimamente como una realidad vivida a nivel del ser. Esto conduce a juzgar realidades que no conocemos verdaderamente, por no estar elevados al estado de conciencia correspondiente.

En el extremo opuesto, puede haber una cierta arrogancia intelectual de querer juzgar perentoriamente todo, como si el pensamiento humano limitado a su dimensión ordinaria pudiera sel la medida de todo.

Schopenhauer es un ejemplo de este tipo de interpretación, por no haber practicado nunca la Vía. Clasifica la enseñanza de Buda entre las filosofías pesimistas de la existencia. Es un doble contrasentido, por un lado la enseñanza de Buda no es una filosofía en el sentido de una especulación puramente intelectual y por otra parte en ella no hay nada de pesimista, ya que la percepción aguda de la vacuidad de los fenómenos conduce a la alegría pura del espíritu del nirvana.

Desconfiemos también de la trampa opuesta a ésta que consiste en rechazar sistemáticamente el estudio de los textos y tachar de intelectualismo el menor cuastionamiento. Si hay que abandonar las categorías mentales porque la verdad está más allá de todos los conceptos y de los pares opuestos, esto no quiere decir que la Vía economice cierto discernimiento o que los textos no puedan constituir indicaciones, puntos de referencia, a veces necesarios en el camino.

Confundir el dedo con la luna, también puede ser concentrarse en la letra, olvidando el espíritu. En todas las religiones encontramos este riesgo, se cumple la letra de los preceptos, pero no se viven en el interior. Así se convierten en obligaciones, cosas que se deben hacer, prohibiciones, en conchas vacías que no nos hacen progresar en la Vía. Se puede ser en el exterior un perfecto practicante que hace todo tal como debe ser, sin estar vivíficado realmente por la práctica. Es la fe, -el corazón en el sentido de un cierto investimento del ser- la que hace vivir realmente lo que se practica. Si el corazón está ausente, nos convertimos en una marioneta. Hay algo muerto en los que practican de esta forma.

Cristo criticó mucho a los fariseos porque estaban en este falso camíno. Seguían los preceptos al pie de la letra, respetaban el sabbat con todo detalle pero su corazón no estaba allí. Los comparaba a "sepulcros blanqueados" ausencia de fe real, ausencia de intimidad con la práctica que es lo único que la hace viva.

Concentrarse en la letra, olvidando el espíritu es también la trampa que consiste en atarse a la forma, olvidando el espíritu tras la forma. Nos esforzamos en cumplir el ritual, la perfección  y nos apegamos a esta perfección, separándonos del espíritu requerido que anima la forma o el ritual.

En la Vía las formas tienen su utilidad, son un precioso soporte para la concentración y, en cierto modo, permiten encarnar el espíritu religioso, traducirlo a la materia. Desde este punto de vista, podemos decir que son indispensables, ya que permiten la unión natural entre la Vía y las actividades cotidianas. Indispensables también porque influencian favorablemente el espíritu del que practica esta forma y de los que están en contacto con ellas. Por ello en el ritual de la ordenación de monje o monja, se menciona: "ningún maestro de la transmisión dejó de tomar forma de monje". Sin ninguna duda, tomar la forma de monje permite cumplir una cierta realización y da de forma sutil, dificilmente explicable, fuerza para transmitir la Vía.

Hay que poner cuidado en que no prevalezca la ordenación de monje o monja como un estatus que confiere cierto derecho a juzgar la práctica de los otros , en particular de los principiantes. La ordenación así comprendida puede generar un espíritu de arrogancia en el dojo y fuera del dojo, en el contacto con los principiantes. En tales casos, en lugar de encontrar una ayuda verdaderamente compasiva , son confrontados a actitudes impacientes, autoritarias poco acordes con el espíritu de la Vía. Por otro lado, da una imagen errónea de la ordenación de monje y monja y del caminar en la Vía, este espíritu de arrogancia refuerza el ego y lo aprisiona en una especie de autosuficiencia que constituye una verdadera trampa. Las personas que tienen responsabilidades en el dojo, pueden, más que otras, estar expuestas a ello. Basta que la responsabilidad, en lugar de ser entendida como un servicio y una oportunidad de practicar y madurar, sea concebida como un grado adquirido por ciertos méritos. El extremo deriva en ir al dojo para asumir la responsabilidad que uno tiene y no motivado  por el espíritu vivo de la Vía. Entonces la función va por delante de la práctica.

Si las formas tienen su utilidad no hay que olvidar nunca que por ellas mismas no tienen un valor absoluto y que, por ello no deben ser cultivadas por ellas mismas, sino por ser una expresión del espíritu de buda.


Continuará...

Gerard Chinrei Pilet
Trampas y Promesas de la Vía.
Articulos y Conferencias de Gerard Chinrei Pilet
Asociación Zen Internacional, fundada por el Maestro Taisen Deshimaru - Dojo zen de París.

Traducción del Dojozen Genjo de Pamplona/Iruña 

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