¿Más allá del bien y del mal?

¿MÁS ALLÁ DEL BIEN Y DEL MAL?  (*)

En la práctica de zazen, la mente no juzga bien ni mal y va más allá de toda discriminación. Como el ego está abandonado, ningún mal puede ser cometido. Pero en la vida cotidiana las influencias de nuestros condicionamientos pasados conjugados con las ilusiones de la sociedad, pueden hacernos cometer errores y es entonces cuando los preceptos del zen se vuelven una luz preciosa para orientar nuestra acción. Han sido transmitidos de forma continua desde Buda. Aunque no constituyan más que una parte de la vía, con la meditación y la sabiduría, expresan la compasión de esta vía. Por eso es recomendado seguirlos sin rigidez ni laxismo, volviendo a su fuente que es la realización de nuestra verdadera naturaleza.

Cuando realizamos que ésta es existencia en unidad con todos los seres ya no es posible matar ni hacer sufrir a los seres vivientes y el primer precepto es respetado naturalmente. Si realizamos que nada puede pertenecernos en propiedad, ya no podemos robar, ni ser codiciosos o posesivos. Seguir la verdadera naturaleza de nuestra existencia consiste en compartir y dar. El precepto de "no robar" se convierte en la práctica de la generosidad, tan importante en nuestra época en que la ávida competición genera cada vez más pobreza. Esta actitud es amplificada por la comprensión de que el hecho de tener siempre más no es la vía de la felicidad y de que hay tanta alegría en dar como en recibir.

Cuando uno se mira en el espejo de zazen, no puede mentirse. Zazen nos ofrece una mirada sobre nosotros mismos más auténtica y fundada en el no-miedo. Observamos nuestras ilusiones sin identificarnos con ellas ,las ilusiones son yo, pero yo no soy ellas. Esta superación nos acerca a nuestra verdadera naturaleza, infinita e ilimitada. No mentir es también ver esto sin atarse a ello. Ser uno mismo implica desapegarse de cualquier idea a propósito de sí, sin este desapego podríamos quedar como Narciso, prisioneros de nuestro egotismo.

No tener mala sexualidad puede resumirse en "nada de amor sin amor verdadero", lo que implica respecto al otro, atención y compartir, y puede hacer de la pareja una vía de ayuda mutua en el camíno espiritual.

No intoxicarse apunta a todo lo que altere la lucidez de la mente: abuso de alcohol, drogas, pero también todas las formas de dogmatismo y superstición. Siendo la vía del zen una vía de liberación de nuestras dependencias materiales y espirituales, este precepto se convierte en un buen koan. Mientras no realizamos la verdadera naturaleza de nuestra existencia estamos tentados por los sucedáneos de satisfacción que son la causa de toda dependencia. Así pues, uno de los mejores antídotos a todas las formas de toxicomanía podría ser la vía que ilumina nuestra ignorancia y nos despierta a la realidad última de nuestra vida.

En esta época en que los valores tradicionales que ayudaban a dar un sentido o a nuestras vidas han perdido para la mayoría de los individuos su fundamento transcendente, nos queda volver nuestra mirada hacia el interior para volver a la fuente de las grandes revelaciones religiosas, al descubrimiento de nuestra existencia más allá de los límites de nuestro pequeño ego. La percepción de nuestra interdependencia con todos los seres facilita el abandono de las barreras del egotismo y permite la expresión de nuestra compasión.


(*)Autor: ¿?

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