¡Conócete a ti mismo!

¡CONÓCETE A TI MISMO! (*)

Esta invitación de Sócrates a los hombres que buscan la sabiduría ha sido reemplazada demasiado a menudo por el deseo de establecer sistemas de pensamiento que tengan respuesta a todo. El zen se ha esforzado siempre en dejar abierta la pregunta: "¿Quien soy yo?", con el fin de que guarde su provocadora fuerza de despertar.

Zazen permite comprender mejor como funcionamos y realizar una sabiduría concreta, relativa, pero no separada de la sabiduría última.

Así uno aprende a hacerse íntimo con su cuerpo: tenso o relajado, lleno de energía o cansado, y a corregir sus desequilibrios. Vivir con su cuerpo y no solamente con su cabeza, equilibrar trabajo manual y trabajo interectual forma parte de la educación zen.

Ser consciente de la respiración evita perderse en los pensamientos y nos vuelve a poner en contacto con la realidad presente, así como la atención puesta en el cumplimientode los gestos y tareas de la vida cotidiana.

Pero el sentido de la práctica, no es acrecentar nuestro poder de concentración cara a una mayor efectividad. La concentración no tiene valor en sí. Un guerrero o un ladrón pueden estar muy concentrados en sus acciones y sin embargo dirigirse al fin opuesto del despertar. El punto clave de zazen es realizar que en el fondo hay un cuerpo que respira, pero no un ego sustancial en ese cuerpo que no es otro que una parcela de la energía cósmica. Así podemos despojarnos del apego al mismo y liberarnos de todos los miedos que le acompañan.

Uno se hace también íntimo con sus sensaciones, agradables o desagradables, sin querer conservar unas o rechazar las otras. Un día de canícula, un discípulo le preguntó al Maestro Tosan: "Maestro, ¿cuando viene el gran calor o el frío extremo, cómo evitarlos?". Tosan respondió: "Debes encontrar el lugar donde no haga ni calor ni frio". El discípulo preguntó: "¿Cuál es ese lugar?". Maestro Tosan: "Es el lugar en que cuando hace calor tenemos completamente calor y en el que cuando hace frío, tenemos completamente frío". Aceptar el calor sin añorar el fresco es aprender a ser uno con la vída cuando se vive, y a acoger la muerte cuando llega. Vivir esta no-dualidad es la manera de estar libre y en paz en medio de este mundo condicionado, experimentar el nirvana en el samsara.

Durante zazen, los órganos de los sentidos están alertas, el olor del incienso , el sonido de la campana, son claramente percibidos. Pero uno no se apega a estas percepciones y sobre todo, están despojadas de nuestras proyecciones mentales. Incluso si éstas se manifiestan, son a su vez percibidas como tales. Si por la noche el miedo puede hacernos tomar una cuerda por una serpiente, la práctica de zazen nos ayuda a volver a la percepción de las cosas tales como son , o al menos tal y como aparecen antes de que el mental añada su interpretación. Se trata de ver la luna en el cielo tal y como aparece, antes de encontrarla triste o alegre en función del humor que tengamos en ese momento. Y si siento en mí una emoción , la percibo tal como es antes que invada todas mis percepciones. Esto permite encontrar a los otros sin proyectar inmediatamente sobre ellos nuestras impresiones o nuestros juicios, sino intentando atenernos lo más posible su realidad y diferencia.

Como nuestras percepciones resultan de la interdependencia entre los organos de los sentidos, sus objetos y la consciencia correspondiente, nada de todo este proceso puede estar aislado ni tener sustancia propia: es lo que se consciencia  llama vacuidad. Lo mismo ocurre con todo lo que nos hace actuar: zazen nos ayuda a tomar consciencia de nuestras motivaciones y a ser menos el juguete de nuestros condicionamientos mentales. Esta acrecentada lucidez nos acompaña el resto de nuestra vida y nos permite ser más responsables de ella.

La práctica de zazen nos permite vivir más conscientemente, en contacto con nuestro cuerpo, nuestras sensaciones, nuestras percepciones, nuestros deseos, pero como ninguna consciencia existe de forma separada de lo que uno es consciente, la consciencia no constituye la sustancia de nuestro ego más que los otros componentes de nuestra personalidad.

Cuando el emperador preguntó a Bodhidharma quién era, este le contestó que no lo sabía. De la misma manera Nan Yue, a quien Houei Neng había preguntado: "¿Que es quien vine así?", acabó por responder: "Eso no es algo".

Eso que no puede ser el objeto de un saber, ni estar encerrado en nuestras categorías mentales, es la existencia ilimitada a la que nos abre la práctica de zazen. Aprender a conocerse a sí mismo consiste en abandonar el apego a nuestro ego limitado y en realizar nuestra unidad con todo el universo.


(*) Autor: ¿?

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