Como el reflejo de la luna...

No busquemos ni esperemos nada.

Ni budas ni demonios que nos puedan sorprender.

No seamos inquietados ni atemorizados.

Contemplemos el monte, vivamos en el monte.

Contemplemos el arroyo, vivamos en el arroyo.

Queramos acostarnos y acostémonos.

Queramos levantarnos y levantémonos.

No amemos ni odiemos los sonidos.

No amemos ni odiemos las formas.

Como el reflejo de la luna en el agua,

como un rostro en un espejo,

que sigue siendo luna,

que sigue siendo rostro,

el dharma no se turba.

La palabra es como el croar de las ranas.

El silencio es como una columna.

Sin miedo del infierno ni deseo del paraíso,

abarquemos todo el cosmos.

Maestro Keizan (1264–1325)

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