Zen y vida cotidiana

ZEN Y VIDA COTIDIANA (*)

Para mucha gente, lo cotidiano es el aburrimiento, lo absurdo de las tareas repetitivas, el trabajo vivido como una actividad alienante donde uno pierde su vida queriendo ganarla. Lo cotidiano aparece así como algo más bien frustrante y cada uno se esfuerza en escaparse de sus tareas cotidianas y dedicarse a actividades más gratificantes: vacaciones, cultura, ocio, prácticas espirituales. Pero estas actividades sustraidas a lo cotidiano quedan como en paréntesis.

Lo que hace a menudo que rechacemos lo cotidiano es la mente que discrimina entre lo noble y lo vulgar, lo espiritual y lo material. Ahora bien en la práctica del zen esa clase de oposición es abandonada. Así por la mañana nos levantamos sin tardar y nos lavamos concentrándonos en los gestos y así realizamos la unidad de cuerpo y mente en la acción presente. Después practicamos zazen en el dojo con los demás. Mientras que por la noche soñamos sin saberlo y por el día perseguimos a menudo toda clase de metas ilusorias dictadas por nuestros apegos, durante el zazen de la mañana en vez de dejarnos invadir por las preocupaciones nos concentramos en lo esencial. Existir en este instante en armonía con nuestra verdadera naturaleza sin perseguir ni rechazar nada. Después, durante la ceremonia de la mañana, cantando los sutras nos armonizamos con los otros.

Antes del desayuno cantamos un sutra que hace de la comida un acto de comunión con todos los seres. En la vida cotidiana, también podemos tener un momento de recogimiento antes de comer, agradecer a los que han preparado el alimento y dedicarlo al bienestar de todos los seres.

A continuación comemos con concentración, sin avidez, para mantener el cuerpo en buena salud con el fin de practicar la vía.

Esta calidad de atención la encontramos en todas las acciones cotidianas, realizadas sin negligencia como la acción más importante del momento y no como una carga de la que hay que desembarazarse rápidamente. El trabajo es vivido como un servicio a la colectividad y no como un medio de satisfacer las ambiciones de carrera, de poder o de dinero para lo que entramos en competición con los otros. El zen reemplaza la competición por la cooperación y la solidaridad con el fin de proveer a la sociedad de objetos y servicios de calidad. Esto se realiza creando un ambiente de trabajo alegre y respetando el entorno.

La actividad cotidiana es la ocasión de utilizar la energía para el bien general, de ejercitar la concentración y la sabiduría. No atándose al fruto de la acción, realizamos un espíritu desinteresado que nos acerca a la liberación.

Durante las sesshin, períodos de práctica intensiva en un monasterio, el zazen, las comidas, el trabajo y el reposo se suceden y podemos vivir la unidad de estas diferentes actividades. Para continuar fuera del monasterio es necesario reservarse la posibilidad de hacer zazen mañana y tarde, preferentemente en un dojo y dedicar diferentes momentos del día a recordar la concentración en el cuerpo y la respiración.

En cuanto a la vida de familia considerada a veces como un obstáculo para la práctica, también puede ser vivida como expresión de la vía a través de la atención y del amor sin ataduras dados a los diferentes miembros de su familia.

El Maestro Joshu a quie un discípulo le había preguntado: "¿Cuál es el sentido sagrado del budismo?" respondió: "¿Has tomado tu desayuno? - ¡Sí Maestro!. - ¡Entonces vete a lavar tu bol!".

Hacer de cada lugar y de cada día la ocasión de llevar una vida despierta a la última realidad que trasciende del nacimiento y muerte, a sí mismo y a los demás y cuya experiencia puede quitarnos la pena de tener que morir, se convierte así en el sentido del zen en lo cotidiano. 

(*)Autor: ¿?

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